La música debe hacer saltar fuego en el corazón del hombre, y lágrimas en los ojos de la mujer.
Ludwig van Beethoven
LUDWIG VAN BEETHOVEN (1770-1827)
Novena sinfonía en re menor, Op. 125, Coral
¿Podría imaginarse una terrible tragedia creativa?
Solo basta remontarse al 7 de mayo de 1824, a la ciudad de Viena, noche en la que tuvo lugar el estreno mundial de la Novena sinfonía de Beethoven. El compositor, que contaba entonces con 53 años de edad, dirigió frenético a la orquesta y los coros de una de sus partituras más monumentales. Al terminar, se quedó totalmente quieto, con la cabeza baja y con algunos de sus cabellos ya con canas sobre la cara. Un violinista de la orquesta (Joseph Michael Böhm) tuvo que acercarse a él y darle palmadas en la espalda para que se diera cuenta que el público reunido gritaba vítores en respuesta al impresionante discurso sonoro de su Novena. Beethoven no pudo escuchar las ovaciones pues estaba completamente sordo. Y las ironías de la vida son muy francas. Nos preguntamos: ¿cómo es posible que este hombre, sin contar desde hacía varios años con el sentido del oído, haya creado una pieza musical de tal perfección y en la que conjuga, por primera vez en la historia de la música (en una Sinfonía), a la orquesta sinfónica con una parte coral, con absoluta genialidad?
Para esta parte coral, la elección del músico fue por la Oda a la alegría de Friedrich Schiller, publicada en 1786, y que Beethoven tuvo la firme convicción de llevar al ámbito sonoro desde 1793. Pero sus planes se vieron truncados una y otra vez, por razones diversas. Hacia 1812, él concluyó, con pocos meses de diferencia, sus Sinfonías 7 y 8, pero tuvieron que pasar prácticamente doce años para que el genial compositor terminara de concebir aquel célebre y marmóreo monumento sonoro conocido como su Novena sinfonía. Con su magnífico cuarto movimiento coral, y con todos los elementos que contiene la partitura (estrictamente musicales y de tintes más humanísticos, propiciados por el texto de Schiller), Beethoven nos legó una música que en todos los sentidos viene a ser la gran síntesis de su pensamiento, de su intensa lucha revolucionaria, la consecución de todos sus ideales que desafortunadamente ya no podía escuchar con sus propios oídos, pero que seguramente vibraban en todo su ser con fenomenal intensidad.
En esa noche del estreno de la Novena, con la proclama divina de Schiller de hermanar a todos los seres humanos por medio del simple acto de ser felices, Beethoven estaba ya condenado a morir pronto. Le quedaban tres años de vida, durante los cuales se dio tiempo para escribir sus últimos cuartetos para cuerdas.
La vida de Beethoven no pudo cerrarse tan sencillamente por una enfermedad física, como nunca se detuvo por la sordera
Quizá, este hombre trascendió, y seguirá estando entre nosotros, por toda su música fuerte, majestuosa, dominante y dionisiaca, pero también por su voluntad de hacer escuchar a la humanidad un himno de esperanza, de alegría, paz y buena voluntad.
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ