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jueves, 19 de julio de 2012

Algunos juicios críticos sobre Horacio Quiroga y su obra


“Horacio Quiroga es uno de los primeros que, sin hacer folklorismo, sin hacer nacionalismo como Lugones, sin hacer psicología ni cos­tumbrismo como Payró, sin hacer descripciones como Larreta, sin crear mitos como Güiraldes, sin hacer propaganda como Várela, sin seguir en el fondo un planteo fundamentalmente distinto al de Eche­verría en El matadero, asume el contorno y lo realiza expresándolo en toda su intensidad y dramatismo.
Alguien ha hecho notar que, a pesar de haber vivido tantos años en Misiones y en San Ignacio y de haber escrito historias que tienen esos lugares por marco, no menciona nunca las ruinas. Junto a esto, conviene recordar que Lugones fue y volvió de Misiones nada más que para hablar de las ruinas. Del mismo modo, obsérvese lo artificial que es Larreta cuando en Zogoibi describe la pampa siguiendo el tradicional método de poner cada cosa en su sitio y decir ordenada­mente, primero, cómo es el lugar (“locus dramae”), luego, cómo son los personajes (“dramatis personae”). Para Quiroga, en cambio, el lugar siempre está en relación con la situación que vive a cada momento el personaje.
En esta autonomía expresiva y en este dominio de la situación se encuentran los resortes de la perfección narrativa de Quiroga. Quizá se pueda decir de él, como de casi todos los que escribieron alguna vez algo de valor ponderable, que es a su vez un precursor y el nexo de unión entre una literatura desesperada por hallarse a sí misma en variantes meramente inteligentes de estilos y una literatura que se prende de su geografía física y espiritual y la expresa en toda su profunda realidad, sin escatimar los riesgos. Gracias a ello, Quiroga no es un realista ortodoxo, atado a una imitación admirativa de la realidad, sino un constructivo que descubre la riqueza trascendente de la realidad a la que se aproxima sabiendo que ella es la fuente y el final de toda la vida.”

Noé Jitrik
Horacio Quiroga. Una obra de experiencia y riesgo.
Buenos Aires, 1959.

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