Las cartas perdidas
De cuanto escriben sobre mí yo leo
como sin ver, pasando,
como si no me fueran destinadas
las palabras, las justas y las crueles.
Y no es porque no acepte
la verdad buena o la mala verdad,
la manzana que quieren regalarme
o el venenoso estiércol que recibo.
Se trata de otra cosa.
De mi piel, de mi pelo,
de mis dientes,
de lo que me pasó en la desventura:
se trata de mi cuerpo y de mi sombra.
como si no me fueran destinadas
las palabras, las justas y las crueles.
Y no es porque no acepte
la verdad buena o la mala verdad,
la manzana que quieren regalarme
o el venenoso estiércol que recibo.
Se trata de otra cosa.
De mi piel, de mi pelo,
de mis dientes,
de lo que me pasó en la desventura:
se trata de mi cuerpo y de mi sombra.
Por qué, me pregunté, me preguntaron,
otro ser sin amor y sin silencio
abre la grieta y con un clavo
a golpes
penetra en el sudor o la madera
en la piedra o la sombra
que fueron mi substancia?
otro ser sin amor y sin silencio
abre la grieta y con un clavo
a golpes
penetra en el sudor o la madera
en la piedra o la sombra
que fueron mi substancia?
Por qué tocarme a mí que vivo lejos,
que no soy, que no salgo,
que no vuelvo,
por qué los pájaros del alfabeto
amenazan mis uñas y mis ojos?
Debo satisfacer o debo ser?
A quiénes pertenezco?
Cómo se hipotecó mi poderío
hasta llegar a no pertenecerme?
Por qué vendí mi sangre?
Y quiénes son los dueños
de mis incertidumbres, de mis manos,
de mi dolor, de mi soberanía?
que no soy, que no salgo,
que no vuelvo,
por qué los pájaros del alfabeto
amenazan mis uñas y mis ojos?
Debo satisfacer o debo ser?
A quiénes pertenezco?
Cómo se hipotecó mi poderío
hasta llegar a no pertenecerme?
Por qué vendí mi sangre?
Y quiénes son los dueños
de mis incertidumbres, de mis manos,
de mi dolor, de mi soberanía?
A veces tengo miedo
de caminar junto al río remoto,
de mirar los volcanes
que siempre conocí y me conocieron:
tal vez arriba, abajo,
el agua, el fuego, ahora me examinan:
piensan que ya no digo la verdad,
que soy un extranjero.
de caminar junto al río remoto,
de mirar los volcanes
que siempre conocí y me conocieron:
tal vez arriba, abajo,
el agua, el fuego, ahora me examinan:
piensan que ya no digo la verdad,
que soy un extranjero.
Por eso, entristeciendo,
leo lo que tal vez no era tristeza,
sino adhesión o ira
o comunicación de lo invisible.
Para mí, sin embargo,
tantas palabras iban
a separarme de la soledad.
Y las pasé de largo,
sin ofenderme y sin desconocerme,
como si fueran cartas
escritas a otros hombres
parecidos a mí, pero distantes
de mí, cartas perdidas.
leo lo que tal vez no era tristeza,
sino adhesión o ira
o comunicación de lo invisible.
Para mí, sin embargo,
tantas palabras iban
a separarme de la soledad.
Y las pasé de largo,
sin ofenderme y sin desconocerme,
como si fueran cartas
escritas a otros hombres
parecidos a mí, pero distantes
de mí, cartas perdidas.
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