DEBER DEL POETA
A quien no escucha el mar en este
viernes
por la mañana, a quien adentro de
algo,
casa, oficina, fábrica o mujer,
o calle o mina o seco calabozo:
a éste yo acudo y sin hablar ni
ver
llego y abro la puerta del
encierro
y un sin fin se oye vago en la
insistencia,
un largo trueno roto se encadena
al peso del planeta y de la espuma,
surgen los ríos roncos del océano,
vibra veloz en su rosal la
estrella
y el mar palpita, muere y
continúa.
Así por el destino conducido
debo sin tregua oír y conservar
el lamento marino en mi conciencia,
debo sentir el golpe de agua dura
debo sin tregua oír y conservar
el lamento marino en mi conciencia,
debo sentir el golpe de agua dura
y recogerlo en una taza eterna
para que donde esté el
encarcelado,
donde sufra el castigo del otoño
yo esté presente con una ola
errante,
yo circule a través de las
ventanas
y al oírme levante la mirada
diciendo: cómo me acercaré al
océano?
Y yo transmitiré sin decir nada
los ecos estrellados de la ola,
un quebranto de espuma y arenales,
un susurro de sal que se retira,
el grito gris del ave de la costa.
responderán al corazón oscuro.
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