Para escuchar un canto en la montaña
se están abriendo todas las ventanas del cielo.
Sobre las cumbres
se mantiene el rastro del degüello del sol.
Ya la vertiente suelta sus pájaros de espuma
que vuelan cuesta abajo, en vuelo limpio
encendiendo en las peñas un milagro de trinos.
Tranco lento de mulas; tamboril de distancias.
Cruje la senda. Cruje.
Se fatiga y se tiende
desde el valle a la cumbre.
La senda está dolida de distancia infinita.
La noche ha desplegado su bandera de vientos
para emponchar de nubes la canción del arriero.
El canto sube. Sube...
No precisa caminos para ganar la cumbre.
Cárcel de tierra gris; una senda que sube.
Puñal azul, el canto desbarata las nubes...
La Baguala o quiere los guiños de la estrella.
Ni la flor que perfuma, ni la noche serena.
Ella viene de lejos, madura de sentires.
Sabe del nido tibio y del niño que espera.
Del amigo lejano, del camino que duele...
La Baguala no quiere las blanduras
que le ofrece la luna.
Las mulas van andando, cuesta arriba, en la noche.
Van pisoteando nieves para amasar un ritmo
¡Qué lejos, oh, que lejos del camino, la idea!
¡Qué esperanza infinita, más allá de la estrella!
El pan recién cortado, cordial como un abuelo.
Luchar por un destino, vivir con un sentido.
Madurar de veranos en el alma del niño.
¡Qué canciones de paz en las espuelas!
¡Qué de semilla blanda, para sembrar la vida…!
si la vida cambiara...
Si floreciera el alma como florece el árbol...
Si la voz que nos nombra fuera música.
Si las mulas que arreamos fueran nuestras.
Entonces sí que vengan mensajes de la luna,
Y guiños de la estrella.
Y se embriague de vida la luz de las calandrias.
Y el verde de las hierbas...
¡Que mientras duela adentro lo inútil, lo inseguro,
latigazos del hambre, desamparos y olvidos...
andarán cuesta arriba las mulas con su ritmo,
rumbo a la noche oscura!
¡Y el hombre de los cerros gritará su Baguala.
Como un grito sin eco;
extranjero en la vida, perdido en la distancia.
Enardeciendo angustias
y degollando sombras...!
Con un destino igual al de los ríos:
cantar, llorar y andar por los caminos.
se están abriendo todas las ventanas del cielo.
Sobre las cumbres
se mantiene el rastro del degüello del sol.
Ya la vertiente suelta sus pájaros de espuma
que vuelan cuesta abajo, en vuelo limpio
encendiendo en las peñas un milagro de trinos.
Tranco lento de mulas; tamboril de distancias.
Cruje la senda. Cruje.
Se fatiga y se tiende
desde el valle a la cumbre.
La senda está dolida de distancia infinita.
La noche ha desplegado su bandera de vientos
para emponchar de nubes la canción del arriero.
El canto sube. Sube...
No precisa caminos para ganar la cumbre.
Cárcel de tierra gris; una senda que sube.
Puñal azul, el canto desbarata las nubes...
Ni la flor que perfuma, ni la noche serena.
Ella viene de lejos, madura de sentires.
Sabe del nido tibio y del niño que espera.
Del amigo lejano, del camino que duele...
que le ofrece la luna.
Las mulas van andando, cuesta arriba, en la noche.
Van pisoteando nieves para amasar un ritmo
¡Qué lejos, oh, que lejos del camino, la idea!
¡Qué esperanza infinita, más allá de la estrella!
El pan recién cortado, cordial como un abuelo.
Luchar por un destino, vivir con un sentido.
Madurar de veranos en el alma del niño.
¡Qué canciones de paz en las espuelas!
¡Qué de semilla blanda, para sembrar la vida…!
si la vida cambiara...
Si floreciera el alma como florece el árbol...
Si la voz que nos nombra fuera música.
Si las mulas que arreamos fueran nuestras.
Entonces sí que vengan mensajes de la luna,
Y guiños de la estrella.
Y se embriague de vida la luz de las calandrias.
Y el verde de las hierbas...
¡Que mientras duela adentro lo inútil, lo inseguro,
latigazos del hambre, desamparos y olvidos...
andarán cuesta arriba las mulas con su ritmo,
rumbo a la noche oscura!
¡Y el hombre de los cerros gritará su Baguala.
Como un grito sin eco;
extranjero en la vida, perdido en la distancia.
Enardeciendo angustias
y degollando sombras...!
Con un destino igual al de los ríos:
cantar, llorar y andar por los caminos.
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