sábado, 5 de febrero de 2011

Un artista del hambre (título original en alemán: Ein Hungerkünstler), es un relato corto escrito por Franz Kafka en 1922 pero no fue publicado hasta 1924, después de su muerte. El protagonista es una arquetípica creación de Kafka, un individuo marginado y victimizado por la sociedad. La historia detalla la decadencia y muerte de un artista “hambriento profesional” de un circo que se muere de hambre en una jaula. Fue ignorado sistemáticamente por el público y pese a esto permaneció en su jaula hasta que uno de los administradores del circo le preguntó si aún seguía pasando hambre. Su respuesta fue que la razón por la que se moría de hambre es que nunca encontró una comida que le gustara, y después murió. Finalmente, su jaula se ocupó con una pantera que sí atrajo mucho público.


          Esta parábola del artista del hambre es extraordinaria. Pensemos en el hoy, imaginemos a la masa de ayer y de siempre: la masa se alimenta del hambre de otro, de la desgracia del otro, del éxito del otro, necesita del circo, los animales, las fieras, lo animal atrapa, escandaliza, conmueve. Pero la inmediatez en la que vive y de la cual se nutre hace que el espectáculo deje muy pronto de sorprender. Es inminente que otra situación ocupe su lugar para volver a encontrar la sorpresa. Por otro lado esta masa come una comida muy particular. Una comida que el artista del hambre se niega a ingerir, por un tiempo su negativa causa admiración, es una voz en grito, de tan silenciosa, que seduce por lo diferente. Que alguien logre sobrevivir sin ese alimento con el que todos nos nutrimos es en sí algo llamativo. Esta masa no logra entender que se logre sobrevivir así, no es capaz de hacerlo por lo cual no puede creer que otro lo haga. Creo que lo que conmueve al pueblo en los primeros tiempos del artista son dos cosas: por un lado ver dónde está la trampa, por el otro ver hasta dónde lo conduce el ayuno (la locura, la extrema delgadez, los gritos cuando intenta luchar para que lo dejen continuar, la posible muerte). Con el tiempo, lo sorprendente se convierte en opaco, en rutina, en algo lastimero de lo que conviene apartar la mirada, en una palabra...cambiar de canal.
          El circo es parte de la parábola, tenía que ser un circo además lleno de fieras enjauladas pero que no dejan de nutrirse con el alimento que podemos encontrar en cualquier mesa-sociedad. El ayuno me resulta un elemento significativo y que va más allá de la negación de comer un alimento para el cuerpo, el hambre del relato es un hambre espiritual, intelectual. La capacidad de despreciar la comida que todos comen es comparativa con la capacidad de dominar esa parte animal que cada hombre posee, la capacidad de ser diferente. Que busque además la perfección en ese arte hace que se convierta en un extraño para la humanidad a la cual pertenece, a medida que su ayuno se prolonga se parece cada vez menos al hombre.
          El final nos pone frente a un ser débil, casi inexistente para los que allí se acercan, ignorado, cuyo único tormento es no haber sido creído, ver la incomprensión de los que pasan bajando la mirada por delante de su jaula. El artista está acabado, olvidado pero se mantiene en su ley, es fiel a su ideal, no se ha corrompido…está destinado a morir en medio de un circo, a morir de hambre.
          Hay alimentos imposibles de digerir, un ayunador de esta categoría no hubiera podido resistir ese alimento que la mayoría ingiere a dos manos.
          No es la muerte lo más terrible, es la soledad, el olvido, la indiferencia y por sobre todo la incredulidad y la ignorancia. 


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