viernes, 21 de enero de 2011

Notas sobre Cortázar

Favorable-París-Cortázar
Por Arturo García Ramos * 
Universidad Complutense, Madrid, España
Alguien baja por el bulevar de Port-Royal, sigue hacia S. Marcel, L'Hôspital, se detiene en el Jardin des Plants. Los itinerarios son, con vehemencia algo lamentable, infinitos. Van dibujando un camino, la incertidumbre de un destino, el azar nada casual de sus pasos. El caminante puede percibir su vagabundeo como una experiencia única para quien quiere descubrir el mundo e interpretarlo; puede, con éxtasis hiperbólico, desearse un ser único indescifrable con algo de dios, o de eternidad. El recorrido nunca es el mismo, ni la experiencia, ni, acaso el mundo; su variedad sugiere una apertura al milagro, es decir, una negación de la rutina. Ese mandala plantea la suplantación de lo casual por una fe en la dicha, en la plenitud. La galería de nombres ilustres está rebosante de pesimistas, Julio Cortázar exhibió un optimismo desbordante y utópico que invita a pensar sobre él aquello que J. L. Borges decía de Óscar Wilde: que puede haber otros escritores mejores, pero ninguno tan encantador. Sus vagabundeos imaginarios por París, sus viajes literarios en metro o avión, en barco, orientan siempre las vidas que inventa hacia la plenitud, algo que sólo se logra cuando se reacciona con rebeldía frente a las limitaciones; una intuición o una revelación que únicamente se produce cuando el paseante se detiene con inusitada resistencia a proseguir el paso que le marcan los relojes y sortea las trampas del orden que impone la rutina. Hacia la plenitud por la consciencia, nos dice, un estar en el mundo que difiere de nuestro estar en el mundo y que en nada cambia la apariencia de las cosas, pero transforma absolutamente su esencia. Como aquel periódico que en sus Historias de cronopios va cambiando su funcionalidad, su ser en sí, sin dejar de ser el mismo papel algo más sobado y arrugado. En cada muda de ese diario abandonado y recogido y usado para la lectura o como envoltorio hay una radical metamorfosis sin que su apariencia externa se modifique. Así era la presencia en el mundo que Cortázar proponía, y así también la irradiación del ser en el mundo. Quiero evitar decir nosotros, el individuo, yo, el hombre, todos. Los textos de este enormísimo cronopio perseguían ante todo torcer el cuello al gozne que nos impedía una comunión total, un existir en el otro, expansivo y pleno, traspasar el túnel del tiempo a fin de desarmar la cronología en beneficio de un tiempo total y eterno en el que el durar no destruya; su literatura es como aquella puerta en una calle corriente por la que los transeúntes pasan inadvertidamente todos los días y cuyo riesgo al abrirla es el descubrimiento de otros seres, otros mundos paralelos que no hemos dejado que interseccionen con el nuestro. El éxtasis de esa visión literaria tuvo un momento privilegiado, de revelación primordial: el descubrimiento de París.(…)


* Arturo García Ramos. Profesor de la Universidad Complutense de Madrid,licenciado en Filología Hispánica y Doctor en Literatura Hispanoamericana con premio extraordinario (Universidad Complutense de Madrid, 1991). Sus líneas de investigación son el Cuento hispanoamericano, la Novela hispanoamericana y la Literatura fantástica. Algunas de sus publicaciones son "Mímesis y verosimilitud en el cuento fantástico hispanoamericano" (Anales de Literatura Hispanoamericana, nº 16, Madrid, 1987: 43-61.); Historia del cuento fantástico del Río de la Plata en el siglo XX: mimesis y verosimilitud (Madrid, Universidad Complutense, 1990); "José Bianco, Sur y el norte de la literatura fantástica" (En VV.AA., El relato fantástico, Barcelona, Siruela, 1991); Edición de Leopoldo Lugones, Las fuerzas extrañas, Madrid, Cátedra, 1996; y "El arte de jugar con el lector" (Ínsula, nº 595-596, Madrid, 1996).


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