miércoles, 25 de mayo de 2011

Fernando Pessoa - Alberto Caeiro

Bastante metafísica hay en no pensar en nada.
  
  
¿Lo que pienso del mundo? 
¿Sé yo lo que pienso del mundo? 
Si me enfermase, pensaría.
¿Que idea tengo de las cosas? 
¿Que opinión sobre las causas y los efectos? 
¿He meditado sobre Dios y el alma 
Y sobre la creación del mundo? 
No sé. Para mí pensar en esto es cerrar los ojos 
Y no pensar. Y correr las cortinas 
De mi ventana (que no tiene cortinas).
¿El misterio de las cosas? ¿Sé yo lo que es misterio? 
El único misterio es que alguien piense en el misterio. 
Aquel que está al sol y cierra los ojos 
Comienza a no saber lo que es el sol 
No puede ya pensar en nada 
Porque la luz del sol vale mas que los pensamientos 
De todos los filósofos y todos los poetas. 
La luz del sol no sabe lo que hace 
Y por eso no yerra y es común y buena.
¿Metafísica?¿Que metafísica tienen estos árboles? 
La de ser verdes y copudos y echar ramas 
Y dar frutos a su hora -nada que nos haga pensar, 
A nosotros, que no podemos dar por ellos. 
¿Que metafísica mejor que la suya, 
No saber para que viven 
Ni saber que no lo saben?
"Constitución íntima de las cosas"... 
"Sentido íntimo del universo"... 
Todo esto es falso, todo esto no quiere decir nada. 
Es increíble que pueda pensarse así. 
Es como pensar en razones y fines 
Mientras reluce al comenzar la mañana 
Y al flanco de los árboles la sombra 
Va perdiéndose en un oro vago y lustroso.
Pensar en el sentido último de las cosas 
Es aumentarlo, como cavilar sobre la salud 
O llevar un vaso de agua a la fuente.
El único sentido íntimo de las cosas 
es que no tiene sentido íntimo alguno.
No creo en Dios por que nunca lo he visto. 
Si quisiera él que yo creyese en él 
Sin duda vendría a hablar conmigo, 
Empujaría la puerta y entraría 
Diciéndome ¡Aquí estoy!
(Tal vez esto suene ridículo 
Para aquel que, por no saber lo que es mirar las cosas 
No comprende al que habla de ellas 
Con el modo de hablar que enseña el verlas de verdad.)
Si Dios es las flores y los árboles, 
Los montes, el sol y el claro de luna, 
Entonces creo en él, 
Creo en él a todas horas, 
Toda mi vida es oración y misa, 
Una comunión con los ojos y los oídos.
Pero si Dios es los árboles y las flores, 
Los montes, la luna, el sol, 
¿Para que lo llamo Dios?
Lo llamo flores, árboles, monte, luna, sol. 
Si él se ha hecho, para que yo lo vea, 
Sol y luna y árboles y montes, 
Si él se me presenta como árbol y monte 
Y claro de luna y sol y flor, 
Es por que quiere que yo lo conozca 
Como árbol, monte, luna, sol, flor.
Y yo lo obedezco 
(¿Sé más de Dios que Dios de sí mismo?) 
Lo obedezco viviendo espontáneamente, 
Como uno que abre los ojos y ve, 
Y lo llamo luna y sol y flores y árboles y montes
Y lo llamo sin pensar en él 
Y lo pienso con los ojos y los oidos 
Y ando con él a todas horas.

El misterio de las cosas – Alberto Caeiro

IV
El misterio de las cosas, ¿Dónde está?
Si apareciese, al menos,
para mostrarnos que es misterio
¿qué sabe de esto el río, qué sabe el árbol?
Y yo, que no soy más, ¿qué se yo?
Siempre que veo las cosas
y pienso en lo que los hombres piensan de ellas,
río con el fresco sonido del río sobre la piedra.

El único sentido de las cosas
es no tener sentido oculto.
Más raro que todas las rarezas,
más que los sueños de los poetas
y los pensamientos de los filósofos,
es que las cosas sean realmente lo que parecen ser
y que no haya nada que comprender.

Sí, eso es lo único que aprendieron solos mis sentidos:
las cosas no tienen significación, tienen existencia.
Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.

IX
Todos los días descubro
la espantosa realidad de las cosas:
cada cosa es lo que es.
Que difícil es decir esto y decir
cuanto me alegra y me basta.
Para ser completo existir es suficiente.

He escrito muchos poemas.
Claro, he de escribir otros más.
Cada poema mío dice lo mismo,
cada poema mío es diferente,
cada cosa es una manera distinta de decir lo mismo.

A veces miro una piedra.
No pienso que ella siente,
no me empeño en llamarla hermana.
Me gusta por ser piedra,
me gusta porque no siente,
me gusta porque no tiene parentesco conmigo.

Otras veces oigo pasar el viento:
Vale la pena haber nacido
sólo por oír pasar el viento.

No se que pensarán los otros al leer esto;
creo que ha de ser bueno porque lo pienso sin esfuerzo;
lo pienso sin pensar que otros me oyen pensar,
lo pienso sin pensamientos,
lo digo como lo dicen las palabras.

Una vez me llamaron poeta materialista.
Y yo me sorprendí: nunca había pensado
que pudiesen darme este o aquel nombre.
Ni siquiera soy poeta: veo.
Si vale lo que escribo, no es valer mío.
El valer esta ahí, en mis versos.
Todo esto es absolutamente independiente de mi voluntad.
"



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