viernes, 2 de septiembre de 2011

Incendio del compadre - Armando Tejada Gomez



Materia paternal,
siempre amanece
pisando en lo robusto de la sangre.
Su estatura rotunda se sostiene
en la sombra floral de la mañana.
De una orilla a otra de la vida,
sujetando el origen por sus márgenes,
entra a lo geográfico del dí­a
la filiación terrestre del compadre.
Él siempre estuvo aquí­. Sobre esta tierra
su boca ha sido náufrago y testigo.
Por donde fuera el viento iba su rostro
buscando semillar y hacerse sitio.
Él siempre estuvo aquí­. Tuvo sus hembras,
sus parientes de luto, sus vecinos.
La costumbre rural de su alegrí­a
anda diseminada por el vino.

Yo lo sé amanecer cuando amanezco
claro, puro paí­s, pueblo, heredero
y él pasa ante mis ojos por la tarde
como una hechura regional del tiempo.

-patrón, hoy no me espere. He cumplido otro tranco.
No hay modo de atajarme si ando de calendario.

La tarde va vestida de estival amarillo.
Giraluz de la altura su banderí­a clara.
Rodeada está de ríos. Ceñida de palomas.
Se le ha quedado inmóvil la silueta en los álamos.

-patrón, borre este dí­a. Más tarde lo igualamos.
Qué primavera el mundo después del primer trago.

Hoy es dí­a de grillos. Fecha de cancionero.
El compadre ha salido a celebrar su Santo.
Por la tarde que pasa con el aire dormido
la luz alza las ropas del cielo desflorado.

-patrón, tenga su sombra. Guárdese su salario.
Hoy no me da la gana de alquilarle los brazos.

Ahora no hay medida. Se ha incendiado el compadre.
La alegrí­a le llena de pájaros la sangre.
El dí­a sale a verlo. Él saluda a los árboles.
Como un zonda de júbilo avanza por la calle.

El sol cae de cobre degollando los cerros.
Topetando las sombras va el grito del compadre.
Allá espera el boliche con la noche en el medio.
El paisaje lo bebe. Y él se bebe el paisaje.


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