(..) “Marta se levantó a medianoche para ver cómo estaba el padre. Entraba silenciosamente en el cuarto, se aproximaba despacio a la cama, se inclinaba un poco para escuchar, después salía con los mismos cuidados. Aquel hombre grande, de pelo blanco y rostro castigado, su padre, era también como un hijo, poco sabe de la vida quien se niegue a entender esto, las telas que enredan las relaciones humanas, en general, y las de parentesco, en particular, sobre todo las próximas, son más complejas de lo que parecen a primera vista, decimos padres, decimos hijos, creemos que sabemos perfectamente de qué estamos hablando, y no nos interrogamos sobre las causas profundas del afecto que allí hay, o la indiferencia, o el odio. Marta sale del cuarto y va pensando Duerme, he aquí una palabra que aparentemente no hace más que expresar la verificación de un hecho, y con todo, en seis letras, en dos sílabas, fue capaz de traducir todo el amor que en un cierto momento puede caber en un corazón
humano. Conviene decir, para ilustración de los ingenuos, que, en asuntos de sentimiento, cuanto mayor sea la parte de grandilocuencia, menor será la parte de verdad”. (..)
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