EL UNIVERSO VISTO POR EL OJO DE LA CERRADURA
Robaste una cala del florero. Le respiraste hondamente el olor. Atravesaste el patio y los hervores del verano, a pasitos lentos, con la alta flor alzada en el puño. Las baldosas frescas del patio eran una alegría de los pies descalzos.
Llegaste al chorro de agua. Para abrirlo, te subiste a un banquito. El agua caía sobre la flor y tus manos y vos sentías que el agua se iba deslizando por toda tu piel y cerraste los ojos, mareada de placer inexplicable, y entonces pasó un siglo.
-Se me cayeron los pensamientos, mamá- explicaste después, señalando la rejilla del piso. -Se me cayeron y se fueron por ahí.
Eduardo Galeano
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