domingo, 1 de enero de 2012

Días y noches de amor y de guerra

EL SISTEMA


Era el cumpleaños del padre de Karl. Por una vez le die­ron permiso para quedarse con la gente grande después de la cena. Él permaneció sentado en un rincón, calladito, mirando a los amigos y parientes que bebían y charla­ban. Al levantarse, Karl chocó con una mesa y tiró al suelo una copa de vino blanco.
-No es nada -dijo el padre.
La madre barrió los vidrios y limpió el piso con un trapo. El padre acompañó a Karl a su dormitorio y le dijo:
-A las once, cuando se hayan ido los invitados, te pe­garé.
Durante más de dos horas, desde la cama, Karl estuvo pendiente de las voces y del paso de los minutos.
A las once en punto de la noche llegó el padre, se sacó el cinturón y lo azotó.
-Lo hago por tu bien, para que aprendas -dijo el padre, como siempre decía, mientras Karl lloraba, desnudo, con la cabeza enterrada en la almohada.
Hace algunos años, Karl me contó, en Montevideo, esta historia de su infancia en Alemania.

EL SISTEMA


No se agota en la lista de torturados, asesinados y desaparecidos la denuncia de los crímenes de una dictadura. La máquina te amaestra para el egoísmo y la mentira. La solidaridad es un delito. Para salvarte, enseña la máquina, tenés que hacerte hipócrita y jodedor. Quien esta noche te besa, mañana te ven­derá. Cada gauchada genera una venganza. Si decís lo que pensás, te revientan; y nadie merece el ries­go. ¿No desea el obrero desocupado, secretamente, que la fábrica eche a otro para ocupar su puesto? ¿No es el prójimo un competidor y un enemigo? Hace poco, en Montevideo, un gurí pidió a su madre que lo llevase de vuelta al sanatorio, porque quería desnacer.
Sin una gota de sangre, sin una lágrima siquiera, se ejecuta la cotidiana matanza de lo mejor que cada uno tiene dentro de sí. Victoria de la máquina: la gente tiene miedo de hablar y de mirarse. Que nadie se encuentre con nadie. Cuando alguien te mira y te sostiene la mirada, pensás: "Me va a joder". El gerente dice al empleado, que era su amigo:
-Te tuve que denunciar. Pidieron las listas. Había que dar algún nombre. Perdóname, si podes.
De cada treinta uruguayos, uno tiene la función de vigilar, perseguir y castigar a los demás. No hay trabajo fuera de los cuarteles y las comisarías; y en todo caso, para conservar el empleo es imprescindi­ble el certificado de fe democrática que extiende la policía. Se exige a los estudiantes que denuncien a sus compañeros, se exhorta a los niños a denunciar a sus maestros. En la Argentina, la televisión pregun­ta: "¿Sabe usted lo que está haciendo su hijo en este momento?"
¿Por qué no figura en la crónica roja el asesinato del alma por envenenamiento?

Eduardo Galeano

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