EL SISTEMA
De cada cien niños que nacen vivos en Guatemala o Chile, mueren ocho. Mueren ocho, también, en los suburbios populares de San Pablo, la ciudad más rica del Brasil. ¿Accidente o asesinato? Los criminales tienen las llaves de las cárceles. Ésta es una violencia sin tiros. No sirve para novelas policiales. Aparece, congelada, en las estadísticas, cuando aparece. Pero las guerras reales no siempre son las más espectaculares y bien se sabe que los relámpagos de los balazos han dejado a más de uno ciego y sordo.
La comida es más cara en Chile que en Estados Unidos; el salario mínimo, diez veces más bajo. La cuarta parte de los chilenos no recibe ningún ingreso y sobrevive de puro porfiada. Los taxistas de Santiago ya no compran dólares a los turistas: ahora ofrecen muchachas que harán el amor a cambio de una cena.
El consumo de zapatos se ha reducido en cinco veces, en el Uruguay, en los últimos veinte años. En los últimos siete, el consumo de leche, en Montevideo, cayó a la mitad.
Los presos de la necesidad, ¿cuántos son? ¿Es libre un hombre condenado a vivir persiguiendo el laburo y la comida? ¿Cuántos tienen el destino marcado en la frente desde el día en que se asoman al mundo y lloran por primera vez? ¿A cuántos se niega el sol y la sal?
EL SISTEMA
La máquina acosa a los jóvenes: los encierra, los tortura, los mata. Ellos son la prueba viva de su impotencia. Los echa: los vende, carne humana, brazos baratos, al extranjero.
La máquina, estéril, odia todo lo que crece y se mueve. Sólo es capaz de multiplicar las cárceles y los cementerios. No puede producir otra cosa que presos y cadáveres, espías y policías, mendigos y desterrados.
Ser joven es un delito. La realidad lo comete todos los días, a la hora del alba; y también la historia, que cada mañana nace de nuevo.
Por eso la realidad y la historia están prohibidas.
EL SISTEMA
Lo único libre son los precios. En nuestras tierras, Adam Smith necesita a Mussolini. Libertad de inversiones, libertad de precios, libertad de cambios: cuanto más libres andan los negocios, más presa está la gente. La prosperidad de pocos maldice a todos los demás. ¿Quién conoce una riqueza que sea inocente? En tiempos de crisis, ¿no se vuelven conservadores los liberales, y fascistas los conservadores? ¿Al servicio de quiénes cumplen su tarea los asesinos de personas y países?
Orlando Letelier escribió en The Nation que la economía no es neutral ni los técnicos tampoco. Dos semanas después, Letelier voló en pedazos en una calle de Washington. Las teorías de Milton Friedman implican para él el Premio Nobel; para los chilenos, implican a Pinochet. Un ministro de Economía declaraba en el Uruguay: "La desigualdad en la distribución de la renta es la que genera el ahorro." Al mismo tiempo, confesaba que le horrorizaban las torturas. ¿Cómo salvar esa desigualdad si no es a golpes de picana eléctrica? La derecha ama las ideas generales. Al generalizar, absuelve.
Eduardo Galeano
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