Cuento. Texto
completo
Las taciturnas nubes
se amontonan sobre la oscura linde del bosque.
¡No salgas, hijo mío!
Las palmeras alineadas en el borde del lago revuelven sus cabezas contra el
cielo lúgubre; los grajos de alas tiznadas se callan en las ramas de los
tamarindos y una oscuridad creciente invade la orilla oriental del río.
Atada a la cerca,
nuestra vaca muge ruidosamente.
Espera aquí, hijo
mío, hasta que la haya llevado al establo.
Los hombres se
precipitan en los prados inundados para coger los peces que saltaron de los
estanques desbordados. Los arroyuelos del agua de la lluvia corren por los
estrechos senderos como esos niños traviesos que disfrutan escapando de su
madre.
¡Escucha, alguien
llama al barquero del vado! ¡Oh, hijo mío, se ha hecho ya de noche y no se
puede cruzar el lago! Se diría que el cielo galopa rápidamente sobre la lluvia
enloquecida, las aguas del río rugen impacientes y las mujeres han vuelto
precipitadamente del Ganges con sus cántaras llenas.
Hay que preparar las
lámparas para la noche.
¡No salgas, hijo mío!
El camino del mercado está desierto, el sendero junto al río resbaladizo, el
viento ruge y se debate entre las cañas de bambú como una alimaña cogida en una
red.
No hay comentarios:
Publicar un comentario