Cuento. Texto
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¡Oh!,
¿quién pintó tu vestidillo, hijo mío? ¿Quién cubrió tu delicado cuerpo con esta
túnica encarnada? Por la mañana saliste al patio para correr y jugar,
tambaleándote y cayendo a cada instante.
Pero
¿quién pintó tu vestidillo, hijo mío? ¿Qué es lo que te hace reír, capullo de
mi vida? Tu madre te sonríe, de pie en el umbral.
Cuando
ella bate palmas y resuenan sus brazaletes, tú bailas como un pastorcillo, la
caña de bambú en la mano.
Pero, ¿qué
es lo que te hace reír, capullo de mi vida?
¡Oh,
pequeño mendigo! ¿Qué le pides a tu madre, colgándote de su cuello con las dos
manos? ¡Oh, corazoncito insaciable! ¿Quieres que tome la tierra del espacio,
como se arranca un fruto, para ponerla en la palma de tu breve mano? ¡Oh,
pequeño mendigo! ¿Qué pides?
La brisa
se lleva alegremente el tintineo de las campanillas que adornan tus tobillos.
El sol
contempla sonriente cómo te vistes.
El cielo
está atento a tu sueño cuando duermes en brazos de tu madre, y por la mañana se
acerca de puntillas a tu cuna para besarte los ojos.
Las
campanillas tintinean alrededor de tus graciosos tobillos y su alegre son se
esparce con la brisa.
El hada de
los sueños cruza el crepúsculo volando hacia ti.
La madre universal
tiene su trono junto a ti, en el mismo corazón de tu madre.
Hasta ti
descendió aquél cuya música sólo perciben las estrellas, y está tocando su
flauta ante tu ventana.
Y el hada
de los sueños cruza el crepúsculo volando hacia ti.
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