viernes, 3 de febrero de 2012

James Joyce - Biografía


Dublin, Irlanda, 1882 – Suiza 1941)

Narrador y poeta irlandés, cuya novela Ulises está considerada un hito de la literatura del siglo XX.
Hijo de un funcionario, nació un 2 de febrero; cursó sus estudios en el Conglowes Wood College, donde recibió una estricta educación   católica por parte de los jesuitas irlandeses y después pasó al University College. En 1904 con Nora Barnacle, su futura y tardía esposa legal, ya que no contrajeron matrimonio hasta 1931, y sólo en aras de la seguridad legal de sus dos hijos, Lucía y Giorgio, con quienes vivieron en Trieste, París –donde el joven Samuel Becket se desempeñó como su secretario- y Zurich.A partir de los catorce o quince años su hija Lucía empezó a manifestar los síntomas de un grave trastorno psíquico, del cual su padre se hizo cargo casi exclusivamente, peregrinando por incontables clínicas y especialistas. En 1907 Joyce sufrió un ataque de iritis, enfermedad que casi lo dejó ciego. Tras veinte años en París se trasladó a Zurich, ciudad donde murió el 13 de enero de 1941. Lucía acabó su vida muchos años después en una clínica francesa.
Su primer trabajo literario se publicó cuando aún asistía a la universidad: un artículo “El nuevo drama de Ibsen”, autor por el cual Joyce profesaba una devoción sin límites. Su libro inicial fue fue la poesía reunida en Música de Cámara, compuesto por 26 poemas amorosos influidos por los líricos isabelinos y también por los simbolistas ingleses de finales del siglo XIX. Su segunda obra, Dublineses, es una magistral reunión de quince cuentos donde narra episodios de la infancia y la adolescencia, de la familia y la sociedad de Dublin, que Joyce consideraba expresión de la parálisis política, intelectual y moral más absoluta. Allí reúne la vida de la ciudad en bruscas y a veces casi imperceptibles iluminaciones –que él llamó, utilizando la liturgia católica, epifanías- de una verdad esencial oculta tras las situaciones más corrientes, verdad que cada relación insinúa aunque jamás desvela. A éste siguió Retrato del artista adolescente, su primera y muy autobiográfica novela, que se publicó en la revista The egoist, por mediación del poeta Ezra Pound. Se refiere allí a la educación familiar, política y religiosa, esta última con los jesuitas: sobresalen ciertos episodios, como el de los ejercicios espirituales, que constituye una asombrosa e irónica proeza literaria o la observación de la muerte por parte del joven protagonista, peculiar elaboración del relato de la desaparición hecho por los mayores. Joyce logró entonces una objetividad cristalina, huyendo de manera radical del sentimentalismo, todavía presente en Dublineses. En esta época escribió su pieza de teatro Exiliados, absolutamente singular dentro de su obra, y que es una curiosa síntesis del creativo universo ibseniano.
En 1922, con la aparición de Ulises –que había empezado a publicarse en diversas entregas en la revista norteamericana The Little Review a partir de marzo de 1918- el género narrativo alcanzó las cotas de calidad y altura estética que parecían reservadas sólo a la poesía. Esto produjo una consistente y duradera modificación –la segunda en importancia tras la revolución romántica- de los papeles asignados a los géneros literarios tradicionales. Es de notar que la publicación de esta obra coincide con la de La Tierra baldía de T. S. Eliot, el gran poema que expresa la visión desencantada posterior a la Gran Guerra europea, y que este autor fue el encargado de escribir la primera defensa de Ulises, definida por R.. Aldington como “la creación de un profeta del caos”. Al revés, Eliot señaló el rigor formal de la concepción joyceana y su estricta sujeción a las referencias clásicas, indicando que éstas constituían un rasgo constitutivo del arte moderno, que convierte las fuentes de la tradición común a todos los instrumentos individuales al servicio del creador.
Ese año, cuando la obra salió a la luz en París gracias al entusiasmo de la editora Sylvia Beach, las autoridades norteamericanas, que habían prohibido su circulación a partir de los fragmentos en The Little Review, se mantuvieron en esa decisión, que solo fue revocada en 1934. En Inglaterra se editó completa mucho más tarde: hacia 1945. El escándalo se debió a diversas escenas en las que Joyce registró con exasperante naturalismo las funciones fisiológicas y sexuales más bajas de los personajes, pero sobretodo al último capítulo, el celebérrimo monólogo o soliloquio de Molly Bloom, que esperando a su marido en la duermevela del amanecer piensa, desea, recuerda, evoca y juguetea con asociaciones de todo tipo; aparentemente, como sucede en la realidad, sin censura alguna.
La última obra de Joyce fue Finnegans Wake. El texto está compuesto por una serie ininterrumpida de sueños que se desarrollan en la vida del personaje Humphrey Chimpden Earwicker. El estilo en el que Joyce realizó un inmenso esfuerzo, ya que estaba quedándose ciego y reposaba sobre todo en su asombroso oído y su memoria, se vuelve una especie de guante onírico, en el que cada palabra surge para invertirse y se deforma, se desplaza, se funde con otras en diversas lenguas y se evapora sugiriendo la dinámica inconsciente de las leyes del sueño.
Ulises es un relato de unas 800 páginas cuyo argumento transcurre durante un día de junio en Dublin, veinticuatro horas en la vida de un héroe anodino y de edad mediana, Leopold Bloom, convertido al catolicismo aunque de origen judío húngaro, de su esposa Molly y de un personaje que opera de figura de artista e hijo no habido a la vez, Stephen Dedalus. No existe intriga en su acepción clásica, sino tan sólo el recuento de los vagabundeos de Bloom, sus encuentros en la ciudad, sus costumbres sociales y fisiológicas y finalmente el retorno a casa al que alude el homérico título. Joyce no fue el primero en utilizar la figura del antihéroe, como testimonian, por ejemplo, las obras de Dostoievski, Melville y Hamsun, pobladas de enfermos, cobardes, pusilánimes, derrotados y hombres grises. Tampoco inauguró la llamada “corriente de la conciencia” como recurso para adentrarse en los pensamientos, deseos y sueños de la mente humana. Lo radicalmente innovador fue el uso de semejante andamiaje para desplegar todas las posibilidades formales de la representación novelística, la tradición clásica y la historia estilística de la lengua inglesa. Así, cada capítulo corresponde a un canto de la Odisea, pero en absoluto se agota en este vínculo. Cada uno posee además una técnica propia, como si se tratase de los muchos movimientos de una sinfonía. El estilo periodístico de pregunta y respuesta, el indirecto, el diálogo platónico, la disputa medieval, el auto sacramental, la novela sentimental o folletinesca, las “revistas rosas”, el sin sentido de las rimas infantiles, la parodia de la prosa y la poesía inglesa desde el Beowulf pasando por Chaucer, los isabelinos, los neoclásicos, los románticos y los victorianos. En el modesto contingente integrado por Bloom, su esposa y Stephen sucede todo lo que le pasa a los seres humanos en sus cuerpos y mentes: traiciones, sueños, duermevelas, episodios eróticos, equivocaciones, pequeñas ruindades. Y todo ocurre a la vez, por la increíble precisión de la prosa joyceana, concebida con la misma voluntad poética que exige un soneto o una elegía. La unión de observación infinitesimal de la realidad y la maestría y variedad verbal ha convertido a Ulises en uno de los modelos más influyentes de la novela del siglo XX, y en una de las cumbres indiscutibles del género.
Los más importantes críticos han notado que tanto Ulises como Finnegans Wake terminan con palabras afirmativas, con signos de aceptación de lo existente, la primera por boca de Molly Bloom; la segunda, repitiendo las palabras con que se iniciaba el relato.



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