Dublin,
Irlanda, 1882 – Suiza 1941)
Narrador
y poeta irlandés, cuya novela Ulises está considerada un hito de la
literatura del siglo XX.
Hijo
de un funcionario, nació un 2 de febrero; cursó sus estudios en el Conglowes
Wood College, donde recibió una estricta educación católica por parte de los jesuitas irlandeses
y después pasó al University College. En 1904 con Nora Barnacle, su futura y
tardía esposa legal, ya que no contrajeron matrimonio hasta 1931, y sólo en
aras de la seguridad legal de sus dos hijos, Lucía y Giorgio, con quienes
vivieron en Trieste, París –donde el joven Samuel Becket se desempeñó como su
secretario- y Zurich.A partir de los catorce o quince años su hija Lucía empezó
a manifestar los síntomas de un grave trastorno psíquico, del cual su padre se
hizo cargo casi exclusivamente, peregrinando por incontables clínicas y
especialistas. En 1907 Joyce sufrió un ataque de iritis, enfermedad que casi lo
dejó ciego. Tras veinte años en París se trasladó a Zurich, ciudad donde murió
el 13 de enero de 1941. Lucía acabó su vida muchos años después en una clínica
francesa.
Su
primer trabajo literario se publicó cuando aún asistía a la universidad: un
artículo “El nuevo drama de Ibsen”, autor por el cual Joyce profesaba
una devoción sin límites. Su libro inicial fue fue la poesía reunida en Música de Cámara,
compuesto por 26 poemas amorosos influidos por los líricos isabelinos y también
por los simbolistas ingleses de finales del siglo XIX. Su segunda obra, Dublineses,
es una magistral reunión de quince cuentos donde narra episodios de la infancia
y la adolescencia, de la familia y la sociedad de Dublin, que Joyce consideraba
expresión de la parálisis política, intelectual y moral más absoluta. Allí
reúne la vida de la ciudad en bruscas y a veces casi imperceptibles
iluminaciones –que él llamó, utilizando la liturgia católica, epifanías- de una
verdad esencial oculta tras las situaciones más corrientes, verdad que cada
relación insinúa aunque jamás desvela. A éste siguió Retrato del artista adolescente, su primera y muy autobiográfica
novela, que se publicó en la revista The
egoist, por mediación del poeta Ezra Pound. Se refiere allí a la educación
familiar, política y religiosa, esta última con los jesuitas: sobresalen ciertos
episodios, como el de los ejercicios espirituales, que constituye una asombrosa
e irónica proeza literaria o la observación de la muerte por parte del joven
protagonista, peculiar elaboración del relato de la desaparición hecho por los
mayores. Joyce logró entonces una objetividad cristalina, huyendo de manera
radical del sentimentalismo, todavía presente en Dublineses. En esta época
escribió su pieza de teatro Exiliados, absolutamente singular dentro de su
obra, y que es una curiosa síntesis del creativo universo ibseniano.
En
1922, con la aparición de Ulises –que había empezado a publicarse en
diversas entregas en la revista norteamericana The Little Review a partir de marzo de 1918- el género narrativo alcanzó las cotas de calidad y altura estética que
parecían reservadas sólo a la poesía. Esto produjo una consistente y duradera
modificación –la segunda en importancia tras la revolución romántica- de los
papeles asignados a los géneros literarios tradicionales. Es de notar que
la publicación de esta obra coincide con la de La Tierra baldía de T. S. Eliot,
el gran poema que expresa la visión desencantada posterior a la Gran Guerra
europea, y que este autor fue el encargado de escribir la primera defensa de
Ulises, definida por R.. Aldington como “la
creación de un profeta del caos”. Al
revés, Eliot señaló el rigor formal de la concepción joyceana y su estricta
sujeción a las referencias clásicas, indicando que éstas constituían un rasgo
constitutivo del arte moderno, que convierte las fuentes de la tradición común
a todos los instrumentos individuales al servicio del creador.
Ese
año, cuando la obra salió a la luz en París gracias al entusiasmo de la editora
Sylvia Beach, las autoridades norteamericanas, que habían prohibido su
circulación a partir de los fragmentos en The Little Review, se mantuvieron en
esa decisión, que solo fue revocada en 1934. En Inglaterra se editó completa
mucho más tarde: hacia 1945. El escándalo se debió a diversas escenas en las
que Joyce registró con exasperante naturalismo las funciones fisiológicas y
sexuales más bajas de los personajes, pero sobretodo al último capítulo, el
celebérrimo monólogo o soliloquio de Molly Bloom, que esperando a su marido en
la duermevela del amanecer piensa, desea, recuerda, evoca y juguetea con
asociaciones de todo tipo; aparentemente, como sucede en la realidad, sin
censura alguna.
La
última obra de Joyce fue Finnegans Wake. El texto está compuesto por una
serie ininterrumpida de sueños que se desarrollan en la vida del personaje
Humphrey Chimpden Earwicker. El estilo en el que Joyce realizó un inmenso
esfuerzo, ya que estaba quedándose ciego y reposaba sobre todo en su asombroso
oído y su memoria, se vuelve una especie
de guante onírico, en el que cada palabra surge para invertirse y se deforma,
se desplaza, se funde con otras en diversas lenguas y se evapora sugiriendo la
dinámica inconsciente de las leyes del sueño.
Ulises es un relato de unas 800 páginas cuyo
argumento transcurre durante un día de junio en Dublin, veinticuatro horas en
la vida de un héroe anodino y de edad mediana, Leopold Bloom, convertido al
catolicismo aunque de origen judío húngaro, de su esposa Molly y de un
personaje que opera de figura de artista e hijo no habido a la vez, Stephen
Dedalus. No existe intriga en su acepción clásica, sino tan sólo el recuento de
los vagabundeos de Bloom, sus encuentros en la ciudad, sus costumbres sociales
y fisiológicas y finalmente el retorno a casa al que alude el homérico título.
Joyce no fue el primero en utilizar la figura del antihéroe, como testimonian, por ejemplo, las obras de Dostoievski,
Melville y Hamsun, pobladas de enfermos, cobardes, pusilánimes, derrotados y
hombres grises. Tampoco inauguró la llamada “corriente
de la conciencia” como recurso para adentrarse en los pensamientos, deseos
y sueños de la mente humana. Lo
radicalmente innovador fue el uso de semejante andamiaje para desplegar todas
las posibilidades formales de la representación novelística, la tradición
clásica y la historia estilística de la lengua inglesa. Así, cada capítulo corresponde
a un canto de la Odisea, pero en absoluto se agota en este vínculo. Cada uno
posee además una técnica propia, como si se tratase de los muchos movimientos
de una sinfonía. El estilo periodístico de pregunta y respuesta, el indirecto,
el diálogo platónico, la disputa medieval, el auto sacramental, la novela
sentimental o folletinesca, las “revistas rosas”, el sin sentido de las rimas
infantiles, la parodia de la prosa y la poesía inglesa desde el Beowulf pasando por Chaucer, los
isabelinos, los neoclásicos, los románticos y los victorianos. En el
modesto contingente integrado por Bloom, su esposa y Stephen sucede todo lo que
le pasa a los seres humanos en sus cuerpos y mentes: traiciones, sueños,
duermevelas, episodios eróticos, equivocaciones, pequeñas ruindades. Y todo
ocurre a la vez, por la increíble precisión de la prosa joyceana, concebida con
la misma voluntad poética que exige un soneto o una elegía. La unión de
observación infinitesimal de la realidad y la maestría y variedad verbal ha
convertido a Ulises en uno de los modelos más influyentes de la novela del
siglo XX, y en una de las cumbres indiscutibles del género.
Los
más importantes críticos han notado que tanto Ulises como Finnegans
Wake terminan con
palabras afirmativas, con signos de aceptación de lo existente, la primera por
boca de Molly Bloom; la segunda, repitiendo las palabras con que se iniciaba el
relato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario