" (...) El mal del siglo, la religión, nos ha destrozado
el entendimiento en el misterio de nuestra subconsciencia. Necesitamos una
religión para salvarnos de esa catástrofe que ha caído sobre nuestras cabezas.
Me dirá usted que yo no le digo nada nuevo. De acuerdo; pero acuérdese que en
la tierra lo único que puede cambiar es el estilo, la costumbre, la substancia
es la misma. Si usted creyera en Dios no habría pasado esa vida endemoniada, si
yo creyera en Dios no estaría escuchando su propuesta de asesinar a un prójimo.
Y lo más terrible es que para nosotros ha pasado ya el tiempo de adquirir una
creencia, una fe. Si fueramos a verlo a un sacerdote, éste no entendería
nuestros problemas y sólo acertará a recomendarnos que recitáramos un Padre
Nuestro y que nos confesáramos todas las semanas.
-Y uno se pregunta qué es lo que debe hacerse...
-Ahí está. Lo que debe hacerse. En otras épocas para nosotros
hubiera quedado el refugio de un convento o de un viaje a tierras desconocidas
y maravillosas. Hoy usted puede tomar un sorbete a la mañana en la Patagonia y
comer bananas a la tarde en el Brasil. ¿Qué es lo que debe hacerse? Yo leo
mucho, y créame, en todos los libros europeos encuentro este fondo de amargura
y de angustia (...). Vea Estados Unidos. Las artistas se hacen colocar ovarios
de platino y hay asesinos que tratan de batir el récord de crímenes horrorosos.
Usted que ha caminado lo sabe. Casas, más casas, rostros distintos y corazones
iguales. La humanidad ha perdido sus fiestas y sus alegrías. ¡Tan infelices son
los hombres que hasta a Dios lo han perdido! Y un motor de 300 caballos sólo
consigue distraerlos cuando lo pilotea un loco que se puede hacer pedazos
en una cuneta. El hombre es una bestia triste a quien sólo los prodigios
conseguirán emocionar. O las carnicerías Pues bien, nosotros con nuestra
sociedad les daremos prodigios, pestes de cólera asiático, mitos,
descubrimientos de yacimientos de oro o minas de diamantes. Yo lo he observado
conversando con usted. Sólo se anima cuando lo prodigioso interviene en nuestra
conversación. Y así les pasa a todos los hombres, canallas o
santos."
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