sábado, 18 de febrero de 2012

Roberto Arlt - Los siete locos - Fragmento


" (...) El mal del siglo, la religión, nos ha destrozado el entendimiento en el misterio de nuestra subconsciencia. Necesitamos una religión para salvarnos de esa catástrofe que ha caído sobre nuestras cabezas. Me dirá usted que yo no le digo nada nuevo. De acuerdo; pero acuérdese que en la tierra lo único que puede cambiar es el estilo, la costumbre, la substancia es la misma. Si usted creyera en Dios no habría pasado esa vida endemoniada, si yo creyera en Dios no estaría escuchando su propuesta de asesinar a un prójimo. Y lo más terrible es que para nosotros ha pasado ya el tiempo de adquirir una creencia, una fe. Si fueramos a verlo a un sacerdote, éste no entendería nuestros problemas y sólo acertará a recomendarnos que recitáramos un Padre Nuestro y que nos confesáramos todas las semanas.
-Y uno se pregunta qué es lo que debe hacerse...
-Ahí está. Lo que debe hacerse. En otras épocas para nosotros hubiera quedado el refugio de un convento o de un viaje a tierras desconocidas y maravillosas. Hoy usted puede tomar un sorbete a la mañana en la Patagonia y comer bananas a la tarde en el Brasil. ¿Qué es lo que debe hacerse? Yo leo mucho, y créame, en todos los libros europeos encuentro este fondo de amargura y de angustia (...). Vea Estados Unidos. Las artistas se hacen colocar ovarios de platino y hay asesinos que tratan de batir el récord de crímenes horrorosos. Usted que ha caminado lo sabe. Casas, más casas, rostros distintos y corazones iguales. La humanidad ha perdido sus fiestas y sus alegrías. ¡Tan infelices son los hombres que hasta a Dios lo han perdido! Y un motor de 300 caballos sólo consigue distraerlos cuando lo pilotea un  loco que se puede hacer pedazos en una cuneta. El hombre es una bestia triste a quien sólo los prodigios conseguirán emocionar. O las carnicerías Pues bien, nosotros con nuestra sociedad les daremos prodigios, pestes de cólera asiático, mitos, descubrimientos de yacimientos de oro o minas de diamantes. Yo lo he observado conversando con usted. Sólo se anima cuando lo prodigioso interviene en nuestra conversación. Y así les pasa a todos los hombres, canallas o santos." 


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