miércoles, 14 de marzo de 2012

Balada del policía y el soldado - Nicolás Guillén


Soldado trajiamarillo,


policía de azul dril;


mano ciega, sordo brillo:


palo y fusil.





Sobre las calles desnudas,


fosca noche sin luceros


envuelve dos sombras rudas


de ojos fieros.





El fusil, acero malo,


chilla, si la luz le da;


sobre las piedras, el palo


gruñe: ¡tra, tra!





(El soldado fue tornero;


policía, zapatero.)





Ah, soldado, mi soldado,


¿cómo has podido escapar?


¡Los torneros que te buscan


pronto te van a encontrar!


Policía,


¿a dónde has ido a parar?


¡Los zapateros preguntan


por tu fiero delantal! 





Pasos en la calle oscura


donde la pareja está.


Grita el fusil con voz dura:


-¡Alto! ¿Quién va?


-Va un tornero,


que anda tras su compañero;


vengo porque hablarte quiero...


-No es tornero, que es soldado


chilla el fusil sin compás,


y después escupe airado:


-¡Eche pa' trás!





Pasos en la calle oscura


donde la pareja está.


Grita el palo con voz dura:


-¡Alto! ¿Quién va?


-Zapatero,


aquí está tu compañero;


vengo, porque hablarte quiero...


Pero el palo chilla fiero:


-¡Tome! ¡Tome! ¡Tome y tome!


Avise si quiere más;


tumbe por ahí y no embrome.


¡Eche pa' trás!





Silencio. Pero después


de la noche cuelga un canto


como una luna de hiel:


«Torneros, mucho cuidado.


que ahora es soldado el tornero; 


soldado de cuerpo entero


y con los ojos vendados.


¡Zapatero, policía,


mira que se hace de día


y estás de uniforme nuevo!»


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