“La arboleda perdida”:
“Moreno oliváceo, ancha la frente, en la que le latía un mechón de pelo empavonado; brillantes los ojos y una abierta sonrisa transformable de pronto en carcajada; aire no de gitano, sino más bien de campesino, ese hombre, fino y bronco a la vez, que dan las tierras andaluzas. (Así lo vi esa tarde, y así lo sigo viendo, siempre que pienso en él). Me recibió con alegría, entre abrazos, risas y exagerados aspavientos. Afirmó conocerme, y mucho, igual que a mis parientes granadinos.”
En 1925
obtiene el Premio Nacional de Literatura con “Marinero en tierra”. En 1930 conoce a María Teresa León. En 1931
se afilia al partido comunista y durante la guerra civil es muy activo y
escribe distintas composiciones poéticas muy de circunstancias. En 1936 dirige
la revista “El mono azul”. Se exilia con su esposa, María Teresa León, y
visitan Rusia aunque viven, al principio, en la Argentina. En 1941
nace su hija Aitana. Tras muchos años de residir en Buenos Aires se trasladan a
Roma hasta 1977 en que, con la muerte de Franco y la transición, pueden
regresar a España en donde permaneció hasta su muerte. Durante la primera
legislatura democrática es elegido diputado por el partido comunista. Resultó
una lección de historia viva verlo llegar al Congreso del brazo de Dolores
Ibarruri, la
Pasionaria. En 1980 recibe en Bulgaria el premio Kristo
Boten, el Premio Nacional de Teatro en 1981 y en 1983 obtuvo el Premio
Cervantes. Es nombrado Doctor honoris causa por la Universidad de Cádiz
en 1985. En 1990 contrajo matrimonio con María Asunción Mateo. En 1994, entre
otros reconocimientos, se constituye la fundación Rafael Alberti en El Puerto
de Santa María y, en 1996, es nombrado “Alcalde perpetuo” de este mismo
municipio. Alberti siguió escribiendo hasta su muerte – “Fustigada luz”, “Golfo de sombras”, “Los hijos del Drago” y
otros- y pintando. Destacan sus recitales poéticos al lado de Paco Ibáñez en
donde la voz de Alberti resonaba poderosa y recia.
Su mujer,
María Teresa León, fue el apoyo del poeta, una mujer bellísima y de gran
cultura, escritora también, que, al final de sus días, extravió la memoria por
culpa, quizás, de tanta sinrazón política. Hacia María Teresa León tiene el
poeta siempre palabras de amor y cariño, fue la madre de su única hija también.
No obstante otra mujer ocupó parte del corazón del poeta en los últimos
tiempos, María Asunción Mateo. Alberti, en la quinta parte de su “Arboleda perdida” reconoce el poso que
le dejaron estas dos mujeres:
“... me han acompañado, en momentos muy
distintos de mi vida, María Teresa y María Asunción. Ellas, con esa sabio
entereza que sólo poseen las mujeres, han sido los auténticos ángeles en
momentos muy distintos de mi vida, los pilares más firmes y sólidos que han
alentado mi desánimo, que han sabido convertir en cálidos muchos momentos
difíciles, impulsando con serena inteligencia mis proyectos y manteniendo
siempre a babor el timón de la, tantas veces, insegura vida cotidiana de este
pobre poeta con sueños marineros, eternamente inútil para enfrentarse a los
avatares en tierra firme”.
Alberti es
un poeta de una fecunda obra que ha ensayado gran variedad de temas, tonos y
estilos. Gerardo Diego le llamaba “poeta de veras y de burlas”. Su producción
alterna distintas etapas, va desde la poesía tradicional hasta la más pura o
barroca, pasando por la vanguardista; emplea el humor, la angustia, los
elementos políticos y un sinfín de recursos originales. Alberti opinaba, con el
tiempo, que su poesía anterior a 1931 era “poesía burguesa” y se volcó en
escribir, al menos durante un tiempo, una poesía al servicio del ideal
político.
No
obstante, él mismo comentaba en 1931, y a ello nos remitimos, que “He intentado muchos caminos,
aprovechándome a veces de aquellas tendencias estéticas con las que
simpatizaba. Los poetas que me han ayudado, y a los que sigo guardando una
profunda admiración han sido Gil Vicente, los anónimos del Cancionero y
Romancero españoles, Garcilaso, Góngora, Lope, Bécquer, Baudelaire, Juan Ramón
Jiménez y Antonio Machado”, aunque con Juan Ramón Jiménez habría de mantener una
agria polémica ya que dejó de considerarlo un maestro en cuanto abandonó la
poesía pura y el poeta de Moguer se sintió traicionado, mientras Alberti no
dudó en atacarlo.
Alberti ha
escrito cerca de treinta libros; por lo tanto se trata de una obra viva,
sugerente y muy variada.
PRIMERAS OBRAS
Alberti,
como ya hemos dicho, se estrenó como poeta en 1924 con “Marinero en tierra”. En palabras del propio Alberti, el libro está
compuesto “al son del agua y el aire guarrameños”, aunque, ya lo vemos por el
título, siente una nostalgia terrible de su mar natal y se ve a sí mismo como
un marinero desterrado en tierra. Cabe destacar que en jurado que le otorgó el
premio estaba Antonio Machado. Los versos de “Marinero en tierra” están llenos
de pintura, de luz y de colorido. Podemos poner como ejemplos de este poemario
inicial un par de poemas muy conocidos que sirven para ilustrar ese desarraigo
que Alberti sentía del mar:
“El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños, la marejada
Me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?”
Alberti, de alguna manera, culpa a su padre y le recrimina que lo haya llevado a Madrid, “acá”. Obsérvese la imagen bellísima de los versos 5 y 6. El poeta se siente desenterrado del mar, cuando, paradójicamente, tendría que ser al revés.
Otro poema de su primer libro es el siguiente, que sigue hablando de la nostalgia que siente por el mar. Son particularmente bellos la última secuencia de versos que forman una concatenación:
“Si mi voz muriera en tierra,
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel de mar
Y nombradla capitana
De un blanco bajel de guerra.
¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!
Esta
primera etapa presenta elementos neopopulares, inspirados en su tierra
andaluza. Siguen estos rasgos, más elaborados, en libros como “La amante” (1925), escrito durante un
viaje que hizo con su hermano por Castilla, y “El alba del alhelí” (1926), lleno de ritmos populares, pero ya con
elementos que enlazarán con la siguiente etapa. Leamos un ejemplo de poesía
inspirada en el Cancionero, incluida en “La
amante”:
“Por amiga, por amiga.
Sólo por amiga.
Por amante, por querida.
Sólo por querida.
Por esposa, no.
Sólo por amiga”.
BARROQUISMO Y
VANGUARDISMO
La
celebración del centenario de Góngora, que dio nombre a su generación, influyó
también en Alberti y en su siguiente libro, “Cal y canto” (1927), que es libro que supone la entrada de Alberti
en las vanguardias. En el libro hay un reconocimiento a Góngora, es cierto,
pero también incluye poemas vanguardistas como “A Miss X”, “Madrigal al billete de tranvía”, “Venus en ascensor” o
“Platko”, que era un portero húngaro
del Barcelona. Sigue en la línea con el libro “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos” (1929), que está
dedicado a los grandes actores del cine mudo como Charlot, Búster Keaton o Laurel
y Hardy.
SOBRE LOS ÁNGELES
“Sobre los ángeles” (1928) supone la
culminación de la poesía de Alberti. Lo escribió en Tudanca (Santander) en casa
del escritor José María de Cossío, en una etapa de zozobra espiritual. En
palabras de Pedro Salinas, los ángeles de Alberti se llenan “de resplandores
siniestros, señoreados por las pasiones y los defectos: el ángel bélico, el
rabioso, el mentiroso, el envidioso, el vengativo, el avaro, el tonto; ángeles
de lugares; de las bodegas, de las minas, del colegio; ángeles tocados de
cualidades de la materia: el ceniciento, el mohoso, el de carbón, el de arena”.
Y, por supuesto, el ángel bueno. El ángel de verdad. Así sus poemas se titulan “El ángel de la ira”, “Los ángeles
bélicos”, “Los ángeles crueles”, “El ángel desengañado”, “El ángel sin suerte”,
“Los ángeles mohosos”, “Los ángeles muertos” o “Los ángeles de las ruinas”.
“Sobre los ángeles” supone también una
renovación en la forma, ya que se acerca a la nueva estética surrealista, que
seguirán también Cernuda o Lorca, aunque no todos los críticos o estudiosos
estén de acuerdo a la hora de decir si existió o no el surrealismo en España;
sea como fuese la obra de Alberti está llena de elementos oníricos y de
incoherencias formales o lógicas, según se entienda; aparte de las metáforas
que aluden al ámbito de lo irreal, del subconsciente, por así decirlo. Sirva de
muestra el poema titulado “Los dos ángeles”:
“Ángel de luz, ardiendo,
¡oh, ven!, y con tu espada
incendia los abismos donde yace
mi subterráneo ángel de las nieblas.
¡Oh espadazo en las sombras!
Chispas múltiples,
Clavándose en mi cuerpo,
En mis alas sin plumas,
En lo que nadie ve,
Vida.
Me estás quemando vivo.
Me estás quemando vivo.
Vuela ya de mí, oscuro
Luzbel de las canteras sin auroras,
De los pozos sin agua,
De las simas sin sueño,
Ya carbón del espíritu,
Sol, luna.
Me duelen los cabellos
Y las ansias. ¡Oh, quémame!
¿más, más, sí, sí, más! ¡Quémame!
¡Quémalo, ángel de luz, custodio mío,
tú que andabas llorando por las nubes,
tú, sin mí, tú, por mí,
ángel frío de polvo, ya sin gloria,
volcado en las tinieblas!
¡Quémalo, ángel de luz,
quémame y huye!”
Siguiendo
esta estela, en “Sermones y moradas”
(1929-1930), Alberti aumenta la oscuridad, el automatismo y el absurdo.
Alberti, en el libro, se llena de angustia y alude continuamente a la
deshumanización del mundo. La primera mitad del libro está escrita en versos
cortos y después los poemas pasan a estar compuestos en versículos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario