La vida de Augusto
José Antonio Roa Bastos no fue fácil, estuvo tejida por las vicisitudes y
los avatares de su patria. El Paraguay, su entrañable nación, estuvo signado
por la tragedia. Durante toda su historia se sucedieron enfrentamientos entre
los buscadores de la libertad y los que la enterraban. Innumerables
guerras civiles, golpes de estados, largas dictaduras entre frágiles
respiros democráticos más dos guerras internacionales apocaron a este país
que para peor estaba metido en el fondo del continente sin salida al mar.
Esta situación de permanente tragedia, cuya dimensión cubre toda la historia
contemporánea paraguaya es lo que impulsó a nuestro máximo escritor a decir
que el infortunio se enamoró del Paraguay y esa situación tatuó con
signos apocalípticos la vida y la obra de Roa Bastos.
Nacido en 1917, cuando la
patria iba logrando, de alguna forma, recuperarse de su hecatombe de la guerra
de la Triple Alianza (1864-1870). Conoció en su niñez la última guerra civil
caudillezca (1922/1923), el gobierno democrático, el primero de este
siglo, de Eligio Ayala (1924-1928), la primera movilización para la guerra
del Chaco en 1928, con un saldo grande de muertos, tuvo que haber tenido
noticias de las famosas sublevaciones anarquistas en 1931. La guerra del Chaco
la vivió muy de cerca e inclusive participó en ella, como corresponsal de
guerra, siendo todavía un adolescente. Y luego, en su primera juventud, vivió
la efervescencia social y política de la post-guerra experiencia que resulto
como un catalizador de su manera de pensar sobre la vida. Entre la tiranía y la
libertad, eligió la libertad pero no desde la perspectiva liberal sino con un
hondo contenido humano y social.
Como periodista del diario
El País publicó sus investigaciones sobre la explotación de
semiesclavitud a que eran sometidos los obreros de obrajes en esa época.
Estos artículos fueron antológicos. Perseguido por sectores fascistoides de la
época tuvo que ganar el exilio para salvar su vida. La guerra civil de 1947,
esa hecatombe trágica, marcó su vida y lo dejó allende de las fronteras
por décadas y solo pudo recuperar enteramente su país, en su ancianidad, cuando
los signos democráticos por los que tanto luchó se estaba haciendo difícil
realidad en el Paraguay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario