Quiroga y el horror - Ricardo Piglia
Los hermanos sean unidos. “La gallina degollada” es una
pequeña obra maestra del horror familiar. Una especie de fábula tenebrosa sobre
la niñez y el parentesco. En el centro del relato está la disputa sobre la herencia y
la culpa: ¡los desarreglos del abuelo paterno o el pulmón picado de la madre
son los responsables de la sucesión alucinante de hijos idiotas?. Consultado,
el médico, que es una figura clave en el texto deja abierto el enigma: lo que
nadie duda es que la sangre familiar transmite el mal. Toda la sangre que
circula en el cuento y que lo cierra con una marea roja remite a los lazos
sanguíneos que vincula a los parientes y los ata en un destino trágico.
Dos historias. Como en todo cuento clásico en “La
gallina degollada” se narran dos historias. La historia de la sucesión de hijos
idiotas y la historia del asesinato de la hija. El efecto y la sorpresa final
se construye produciendo una conexión inesperada entre las dos anécdotas. Esta
fórmula, aprendida en Poe y en Maupassant, está en la base del arte de Quiroga.
Sus mejores cuentos (“A la deriva”, “La insolación”, “El alambre de puas”) son
variaciones sobre la condensación extrema de dos historias en una: Quiroga es
un maestro del género y se entiende que Borges lo trate con una condescendencia
irritada.
Breves folletines. Por lo demás Quiroga es un gran
escritor popular. Una especie de folletinista, como Eduardo Gutiérrez, que
escribe miniaturas. Toda su poética efectista y melodramática se liga con lo
que podríamos llamar el consumo popular de emociones. En este sentido sus
cuentos son una suerte de complemento muy elaborado de las páginas de crímenes
que se iban a desarrollar en esos años en Crítica y que encuentran hoy su lugar
en el diario Crónica. Sus relatos tienen a menudo la estructura de una noticia
sensacionalista: la información directa aparece hábilmente formalizada sin
perder su carácter extremo.
Una revista. De hecho Quiroga no hace sino
trasladar a la argentina la gran tradición de un género que evoluciona
directamente ligado al periodismo. Todo el desarrollo moderno del cuento se
liga a la demanda estricta de la página literaria de los periódicos. En la
literatura norteamericana por ejemplo la historia del cuento desde Poe hasta
Barthelme pasando por Faulkner y Fitzgerald no se puede desligar de la demanda
de revistas como The Saturday evening
Post o New Yorker. Quiroga pertenece a esa línea y en esto es casi único
en el Río de la Plata. A partir de 1905 publica más de cien relatos en la
revista “Caras y Caretas” y va ajustando la forma de sus cuentos a las
exigencias estrictas de la página del seminario. Varias veces Quiroga se ha
referido a la importancia de Luis Pardo, jefe de redacción de la revista, que
llevaba su exigencia de síntesis y condensación “hasta un grado inaudito de
severidad”.
El oficio de cuentista. “Todo lo que tenía el cuentista para
caracterizar a sus personajes, colocarlos en el ambiente, arrancar al lector de
su desgano habitual, interesarlo, impresionarlo y sacudirlo, era una sola y
estrecha página de la revista. Mejor aún, 1.250 palabras. El que estas líneas
escribe”, escribía Quiroga, “debe a Luis Pardo, el destrozo de muchos cuentos
por falta de extensión; pero le debe también en gran parte el mérito de los que
han resistido”.
Una selva literaria. El periodismo supone una exigencia
formal ce concentración y síntesis pero exige también una renovación constante de la
temática. Durante largos períodos Quiroga publica hasta tres cuentos por mes en
Caras y Caretas. ¿Cómo hacer para no
repetirse? En este sentido el gesto mítico por excelencia en la vida de
Quiroga, su traslado a Misiones y su retiro de la sociedad, puede ser pensado
desde esta óptica. Viaje iniciático, fuga de la civilización, utopía a la
Robinson de vida natural, el hecho de que Quiroga se radique en la selva
misionera en 1910 debe ser visto también como un modo de renovar su literatura
y mantener el interés del mercado. Una forma de experimentar con su vida para
buscar nuevos temas y nuevas experiencias que permitan sustentar la fábrica de
cuentos. La selva con todo su prestigio literario es un espacio especialmente
atractivo para la imaginación de Quiroga.
La novela gótica. El crítico norteamericano Leslie
Fiedler ha hecho notar que la selva es el lugar por excelencia de la novela
gótica en América… “En Europa la novela
gótica es contemporánea de la ascensión de la burguesía y sus personajes huyen
de los símbolos del orden feudal perfectamente resumidos en la imagen del
castillo en ruinas. Ahora bien, ese esquema en América no puede ser traspuesto
del mismo modo pues allí evidentemente no hay castillo en ruinas. Lo único antiguo
en el Nuevo Mundo es la selva. La novela gótica americana deberá, pues,
encontrar imágenes terroríficas en la selva y en sus habitantes”.
La tentación del horror. Desde esta perspectiva habría que
releer a Quiroga; sus cuentos renuevan su temática, ofrecen a los lectores de
la ciudad la experiencia brutal de la naturaleza primitiva sin perder nunca la
fidelidad a esa vertiente melodramática y sensacionalista, gótica digamos, que
está en el centro de su concepción de la ficción. De allí que en sus mejores
cuentos el gusto por el horror y el exceso lo salven siempre de la tentación
monocorde del naturalismo social.
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