LA OBRA
La obra de Augusto Roa
Bastos esta enteramente signada por los avatares de su propia vida que a su vez
ésta estuvo sesgada por las vicisitudes de su patria. El trueno entre las
hojas, 1953, su primer libro de cuentos es la expresión más acabada del mundo
paraguayo que vivió durante su niñez y juventud. Allí están los cuentos
elaborados con la arcilla de la pobreza, la soledad de los pequeños pueblos, el
suyo, el de la infancia, cerca del río, donde sobrevivían algunas familias
lugareñas dedicadas a la caza del carpincho cuya grasa intercambiaban con
productos industriales como yerba, fósforo y alguna que otra bolsa vacía
de azúcar con los que confeccionaban sus vestimentas. Gente pobre a más no
poder. Sus primeros años en Villa Morra, en la casa de su tío el Monseñor
Hermenegildo Roa, que Roa lo retrata en unos de sus cuentos, “El viejo señor Obispo”, y su
experiencia en los yerbales, cuando era periodista del diario El País, antecesor
de Ultima Hora. En su novela Hijo de Hombre, 1960, escrita después de una
década de exilio, ya se le va escampo la realidad cotidiana de las cosas
para asumir la perspectiva histórica de la globalidad de la tragedia del
Paraguay que es representada a través de mitos universales entrelazados con
mitos e historias del país. La serie de cuentos El baldío, 1966, refleja
ya su condición de expatriado. Aún cuando el Paraguay traspasa enteramente los
relatos del volumen, la misma está enclavada entre los paraguayos que viven en
Buenos Aires. Moriencia (1969) es la transververación mítica de una tragedia
colectiva donde la vida esta signada por el sufrimiento y la lucha
reivindicativas de un futuro mejor. Yo, el Supremo, (1974) es publicado cuando
la dictadura que agobiaba a los paraguayos cumplía 20 años de existencia, y es
producto de una profunda reflexión ante la presencia de poderes discrecionales
que se justifican ante sí y para sí. La multiplicidad de ese tipo de poderes
posibilita a Roa Bastos crear esa sinfonía múltiple de los poderes incluidos
los políticos hasta el poder discrecional de la palabra y quien la ejerce en la
literatura. En 1992 publicó la novela Vigilia del Almirante, El marino
retratado por Roa Bastos tiene la virtud de ser un hombre que transciende su
tiempo por los mismos signos angustiales del hombre contemporáneo, casi como
fuera la propia angustia del autor que aflora en las páginas. Es como si el
agónico marino haya elegido a su propio narrador o ésta haya elegido al marino
porque a igual que él tiene la “la sensación (…) de girar en el vacío; de estar
en todas partes y en ninguna, en un lugar que se llevó su lugar a otro lugar…”
como les suele suceder a los conocen los caminos del exilio. Ese eterno
recomenzar en tantas partes que al final uno acaba acabando en sí mismo como si
su patria fuera su propia piel marcada por los azares de la vida. En 1993 lanzó
su novela El Fiscal, que es una versión nueva de otra con el mismo título que
fuera incinerada por el autor debido a que no correspondía a las nuevas
circunstancias políticas en el país, después que en éste despuntaba la
democracia después de la caída de la dictadura [1].
En el año 1994 apareció
Contravida, también versión nueva, de otra escrita en 1968. En 1995 publicó su
novela Madama Sui, una simbología de la relación del poder político
discrecional y el poder de la resistencia a transformarse en aquello que habla
Hegel que el esclavo se mira con los mismos ojos del amo. Una simbología
que el pueblo paraguayo a pesar de ser poseído por el poder brutal de la
dictadura guardó dentro de sí sus valores esenciales. Metaforismo (1996), es la
quita esencia de toda su obra. La recorre, entresaca citas, expresiones como si
fuera que utilizara un cedazo para dejar todos los granos enteros que pudieran
vislumbrar el pensamiento subyacente en todos sus libros. La última obra
publicada, una novela corta Frente a frente argentino frente a frente
paraguayo (2004) publicada en el libro Los conjuradores del Kilombo
del Gran Chaco. Este texto maravillado y maravillo es
una reverberación de la genialidad de Roa, que pone frente a dos Cándido
López, (el pintor oficial de la guerra de la Triple Alianza), uno argentino y
otro paraguayo, cada uno pintando la guerra desde perspectivas diferentes, mediado
por Mitre, que durante la guerra traduce al español el Infierno de Dante.
Augusto
José Antonio Roa Bastos volvió anciano a la tierra que lo volvió
nacer para morir en ella, el 26 de abril de 2005, hace exactamente 5
años. Así pasen los tiempos históricos y aún en el caso, inclusive, que
el Paraguay desaparezca de la faz de la tierra y el polvo del olvido diluya la
memoria de los seres humanos que lo habitaron, la obra de Roa Bastos se seguirá
irguiendo para memorar a ese pueblo, terriblemente castigado por su propio
historia y que aún así sigue cultivando la esperanza.
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