martes, 17 de julio de 2012

AUGUSTO ROA BASTOS, VIDA Y OBRA SIGNADA POR LOS AVATARES DE SU PATRIA - Víctor-Jacinto Flecha


LA OBRA
La obra de Augusto Roa Bastos esta enteramente signada por los avatares de su propia vida que a su vez ésta estuvo sesgada por las vicisitudes de su patria. El trueno entre las hojas, 1953, su primer libro de cuentos es la expresión más acabada del mundo paraguayo que vivió durante su niñez y juventud. Allí están los cuentos elaborados con la arcilla de la pobreza, la soledad de los pequeños pueblos, el suyo, el de la infancia, cerca del río, donde sobrevivían algunas familias lugareñas dedicadas a la caza del carpincho cuya grasa intercambiaban con productos industriales  como yerba, fósforo y alguna que otra bolsa vacía de azúcar con los que confeccionaban sus vestimentas. Gente pobre a más no poder. Sus primeros años en Villa Morra, en la casa de su tío el Monseñor Hermenegildo Roa, que Roa lo retrata en unos de sus cuentos, “El viejo señor Obispo”, y su experiencia en los yerbales, cuando era periodista del diario El País, antecesor de Ultima Hora.  En su novela Hijo de Hombre, 1960, escrita después de una década de exilio, ya se le va escampo la realidad cotidiana de las cosas para asumir la perspectiva histórica de la globalidad de la tragedia del Paraguay que es representada a través de mitos universales entrelazados con mitos e historias del país.  La serie de cuentos El baldío, 1966, refleja ya su condición de expatriado. Aún cuando el Paraguay traspasa enteramente los relatos del volumen, la misma está enclavada entre los paraguayos que viven en Buenos Aires. Moriencia (1969) es la transververación mítica de una tragedia colectiva donde la vida esta signada por el sufrimiento y la lucha reivindicativas de un futuro mejor. Yo, el Supremo, (1974) es publicado cuando la dictadura que agobiaba a los paraguayos cumplía 20 años de existencia, y es producto de una profunda reflexión ante la presencia de poderes discrecionales que se justifican ante sí y para sí. La multiplicidad de ese tipo de poderes posibilita a Roa Bastos crear esa sinfonía múltiple de los poderes incluidos los políticos hasta el poder discrecional de la palabra y quien la ejerce en la literatura. En 1992 publicó la novela Vigilia del Almirante, El marino retratado por Roa Bastos tiene la virtud de ser un hombre que transciende su tiempo por los mismos signos angustiales del hombre contemporáneo, casi como fuera la propia angustia del autor que aflora en las páginas. Es como si el agónico marino haya elegido a su propio narrador o ésta haya elegido al marino porque a igual que él tiene la “la sensación (…) de girar en el vacío; de estar en todas partes y en ninguna, en un lugar que se llevó su lugar a otro lugar…” como les suele suceder a los conocen los caminos del exilio. Ese eterno recomenzar en tantas partes que al final uno acaba acabando en sí mismo como si su patria fuera su propia piel marcada por los azares de la vida. En 1993 lanzó su novela El Fiscal, que es una versión nueva de otra con el mismo título que fuera incinerada por el autor debido a que no correspondía a las nuevas circunstancias políticas en el país, después que en éste despuntaba la democracia después de la caída de la dictadura [1].
En el año 1994 apareció Contravida, también versión nueva, de otra escrita en 1968. En 1995 publicó su novela Madama Sui, una simbología de la relación del poder político discrecional y el poder de la resistencia a transformarse en aquello que habla Hegel que el esclavo se mira con los mismos ojos del amo. Una simbología que el pueblo paraguayo a pesar de ser poseído por el poder brutal de la dictadura guardó dentro de sí sus valores esenciales. Metaforismo (1996), es la quita esencia de toda su obra. La recorre, entresaca citas, expresiones como si fuera que utilizara un cedazo para dejar todos los granos enteros que pudieran vislumbrar el pensamiento subyacente en todos sus libros. La última obra publicada, una novela corta  Frente a frente argentino frente a frente paraguayo (2004)  publicada en el libro Los conjuradores del Kilombo del Gran Chaco. Este  texto maravillado y maravillo es una reverberación de la genialidad de Roa, que pone frente a dos  Cándido López, (el pintor oficial de la guerra de la Triple Alianza), uno argentino y otro paraguayo, cada uno pintando la guerra desde perspectivas diferentes, mediado por Mitre, que durante la guerra traduce al español el Infierno de Dante.
Augusto José Antonio Roa Bastos volvió anciano a la tierra que lo volvió nacer para morir en ella, el 26 de abril de 2005, hace exactamente 5 años.  Así pasen los tiempos históricos y aún en el caso, inclusive, que el Paraguay desaparezca de la faz de la tierra y el polvo del olvido diluya la memoria de los seres humanos que lo habitaron, la obra de Roa Bastos se seguirá irguiendo para memorar a ese pueblo, terriblemente castigado por su propio historia y que aún así sigue cultivando la esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Datos personales