Canto del
compañero de ruta
Dejadme marchar con vosotros,
Dejadme marchar con vosotros,
poetas
surgidos del pueblo;
dejadme
ser vuestro compañero de ruta
en mi
último trecho.
No quiero
quedarme olvidado
en el
mundo viejo.
Quiero
marchar con aquellos que “entonan
los
cantos nuevos de los tiempos nuevos”.
Dejadme
ser vuestro compañero de viaje.
Vengo de
lejos.
Mirad
aquel confín de piedra y humo;
aquel
desierto.
Para
alcanzaros en la marcha
me
aligeré de todo peso.
Tuve que
atravesar mi propia noche
de
extremo a extremo;
abrirme
paso entre las ramas negras
de un
bosque seco. . .
Para
alcanzaros en la ruta
del aire
fresco.
He
llegado por fin;
pero
estoy por el suelo.
Ayudadme
a ponerme de pie,
poetas
surgidos del pueblo;
llevadme
donde el agua;
dadme
vuestro pañuelo;
enseñadme
un lugar de trigo joven,
para
echarme de pechos,
y dejadme
dormir mi primer día
en
vuestro día nuevo.
Una
paloma que me guía, blanca,
será mi
hermoso sueño;
la paloma
que espera y se adelanta,
de cortos
vuelos;
la paloma
que todos hemos visto
una vez
por lo menos;
que se
recuerda como un ángel,
el ángel
bueno.
Al
despertarme, no digáis de mi
ni esto
ni aquello.
Atrás
dejé la noche del pasado,
y ya no
la recuerdo.
Si algo
queréis decir,
decid:
-Ha llegado el buen viejo.
Decid:
-Quiere ser nuestro compañero de ruta;
quiere
que lo llevemos;
quiere
marchar con aquellos que “entonan
los
cantos nuevos de los tiempos nuevos”.
Atrás
eché los fardos del pasado.
Ya no los
siento.
No me
dejaban ver las cimas. . .
Me he
librado de ellos.
Como la
planta sin la piedra,
estoy derecho.
Y ahora
quiero marchar con vosotros,
hacer
vuestro camino
de sol y
nacimiento,
de trigo
y bosque rescatados
y de
gallos que cantan en los techos.
Dadme la
voz, que es tarde.
Pronto,
que se va el tiempo.
Sobre la
ruta estoy con mi caballo.
No puedo
contenerlo.
Toda la
noche contemplé las luces
de la
ciudad sin miedo.
Está
allí, junto a un río,
donde el
trigal se encuentra con el cielo.
Porque
voy a alcanzarla y a perderla,
quiero
llegar con los primeros.
Lleno de
ramas muertas está el árbol
del mundo
viejo.
Ya se lo
ve caer en el ocaso.
El viento
es fuerte y fresco.
Trae el
rumor de voces
del
batallón del pueblo
que a
cuestas lleva el árbol y los pájaros
del mundo
nuevo.
Los
poetas están en el camino
y hacen
allí los versos.
Están
poeta, obrero y campesino
unidos en
el trébol.
Hay quien
sale a mirarlos en el día,
y ve que
aquello es bueno.
Hay quien
mira y no ve; hay quien no oye
el canto
mensajero,
y hay
quien se hace a la calle
para
alcanzar el trueno
de la
marcha de hoces y amapolas.
Yo soy
uno de estos.
Mi puerta
queda abierta
y la
golpea el viento.
¡Dejadme
ir con vosotros,
compañeros!
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