El día
La libertad sentíase donde se hace el día.
El día
era espera
do, pero
nunca se hacía.
Porque la noche estaba en las manos del mal,
y el mal
odiaba a muerte nuestro día trigal.
Cuando la luz se hizo, cuando el trigo se hizo,
el puño
de la tierra se levantó, macizo.
Lleno estaba de grano para el pan y la paz.
No
volvería el miedo; no volvería más.
Veinte años anduvimos para alcanzar el día.
Quienquiera
que lo ame no lo descuide un día.
Tenga el puño dispuesto, ya amigo, ya enemigo.
El puño
es poderoso si está lleno de trigo.
Canción de la niña rubia
No quiere dejar el barco
No quiere dejar el barco
el alemán
de la barba,
porque no
ve el naranjal
prometido
en Alemania.
La mujer quiere bajar,
pero es
la tarde callada,
con un
velo que le ha puesto
la gran
fatiga del agua.
La niña quiere bajar,
pero la
niña no habla.
Tiene
ojos de bolita;
pelo de
muñeca en caja.
El hijo quiere bajar,
y mira la
tierra ancha:
“¿Por qué
no bajamos, madre?
¡Se me
está quemando el alma!”
Pero ella es la tarde triste,
y no
responde el que manda.
Junto al
león del enojo,
ella es
la pena velada.
En tanto, la tierra espera
y está
junto al río, echada.
La tierra
quiere a la niña
que ha
llegado por el agua.
Manda al barco su jilguero;
hace
señas con su rama;
levanta
su pechirrojo
y llora
con su guitarra.
Con la espiga en la mano
ya bajará
la nostalgia,
traída
por mar y cielo
con un
cuento de naranjas.
La tierra quiere a la niña
de pelo
color de paja.
Tierra de
niño moreno
quiérela
para sembrarla.
Con la niña de la mano
ya bajará
la nostalgia.
Bajará
diciendo: “Tómala”;
diciendo:
“Es la niña blanca”.
El hijo se verá libre;
la madre
en paz y en su casa.
Y en la
tierra el alemán
será el
alemán que canta.
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