Vigilia
Palabras al hijo por nacer
Hijo mío que estás en su seno dormido,
Palabras al hijo por nacer
Hijo mío que estás en su seno dormido,
lo mismo
que en un nido:
Antes que
el beso fuerte
del sol
te sobrecoja, y el aire te despierte;
antes que
mi alegría venga a mirarte, loca,
y el
pecho de la madre se desnude en tu boca,
y tu
mirada nueva sin comprender se abra;
antes que
te acunemos, escucha mi palabra:
_Hijo
mío: sé bueno desde el principio, y manso,
así como
tu madre, que es el agua en descanso.
En tu
labio sin mancha, todavía imprecisa,
para bien
de mis años tráeme su sonrisa,
y en tu
faz, derramado,
ese santo
desvelo de su rostro ovalado.
Hijo mío:
te quiero de corazón sencillo,
tal como
el Pobrecillo.
No
exhumes en tu pecho mi corazón de antaño,
retorcido
y huraño,
que ante
el milagro eterno de todo lo que existe,
es malo
ser indócil y es pecado ser triste.
Hijo mío:
en la tierra, que es prieta y polvorosa,
aquí y
allá tus ojos hallarán una cosa
que por
clara y humilde será tu preferida,
y con
cuya pureza llevarás en la vida,
si varón
tu pechera, y si mujer, tu enagua.
Esta cosa
es el agua.
Hermanos
de la misma son la sombra y el viento
y la
arena y el fuego y el humo ceniciento:
cinco
hermanos amigos del bien para los cuales
harás de
tu alabanza cinco partes iguales;
mas, si a
elegir te dieran entre los cinco hermanos,
quédate
con la arena, que es suave entre las manos;
quédate
con la sombra, porque a todos se humilla;
quédate
con el humo, sólo porque no brilla.
Hijo mío:
no digas Abominad, ni digas:
Obedeced; no agravies, no niegues, no
maldigas;
discurre,
anima, observa,
siempre
con la dulzura del agua entre la hierba;
y sin
seguir a Kempis ni aprobar a Tomás,
trata de
ser sencillo, sencillo y nada más.
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